Por: Rubí Maldonado
Hipócrates, el padre de la medicina moderna, solía decir que “Todas las enfermedades comienzan en el aparato digestivo”. En la actualidad los estudios científicos le dan la razón pues, se ha demostrado que, desde que nacemos, la microbiota toma un papel principal en la protección contra las agresiones del exterior gracias a la presencia de bacterias específicas como las bacterias filamentosas segmentadas. Si bien la microbiota es capaz de actuar sobre la inmunidad, puede, también ser controlada por el mismo sistema inmunitario en cuanto a composición y diversidad.
En los últimos años y ante el creciente interés en el ecosistema bacteriano intestinal, se ha demostrado que una correcta microbiota puede ayudar a la modulación de las respuestas inmunitarias (innatas y adaptativas) y en la modulación de la inflamación. Tanto es así, que la suplementación con probióticos ha demostrado que puede ayudar a prevenir las infecciones del tracto respiratorio así como reducir la duración de las mismas.
Por ello se ha llegado a la conclusión que cambios desfavorables en la dieta pueden desequilibrar una microbiota saludable y transformarla en un estado generador de enfermedad al alterar la actividad metabólica de los microorganismos, causando la respuesta inflamatoria del organismo.
Entre los descuidos más comunes está el aumento en el consumo de alimentos altos en proteínas que incrementan la actividad bacteriana produciendo metabolitos tóxicos; en el caso contrario, una alimentación rica en fibra aumenta la proporción de bacterias benéficas que pueden degradar carbohidratos complejos no absorbidos e inhibir el crecimiento de patógenos como: Clostridum spp. y E. Coli.
Pero, ¿cuál es la interacción entre el sistema inmunológico y la microbiota intestinal?
Como bien dijimos, la defensa comienza desde los intestinos, en donde la microbiota compite por espacio y nutrientes con los microorganismos infecciosos, además que se refuerza con varias capas de productos antimicrobianos que debilitan los patógenos en su ingreso.
Finalmente, tras todas estas capas, hay células implicadas en la respuesta inmunitaria, preparadas para iniciar una respuesta frente a los patógenos que penetren a través de la mucosa. El sistema inmune nos ofrece dos tipos de protección: la innata y la adquirida o específica.
La inmunidad innata es la primera línea de defensa, produce una respuesta rápida mientras que la inmunidad adaptativa o específica genera una respuesta más lenta pero directa contra una sustancia tóxica para el organismo, proporcionando memoria inmunológica que permite una defensa duradera.
Si bien, la capacidad total de la microbiota en modular el sistema inmune aún sigue como tema de investigación, se sabe que mantener un ecosistema intestinal saludable permite acciones inmediatas en el organismo para protegerse de enfermedades autoinmunes, neurológicas, metabólicas y hasta alergias.
Aunque la composición de la microbiota está relacionada con factores ambientales y genéticos, es importante señalar que podemos contribuir a mejorar nuestra flora intestinal basándonos en una alimentación saludable, rica en fibras y consumo de probióticos resultan aliados eficaces en el fortalecimiento de esta acción defensiva siendo una vía prometedora para una mejor salud intestinal y general.
Fuentes: