En la parte 1 de este artículo hacía referencia a un vínculo importante que se ha observado entre la MI y la masa muscular, al punto de que esa conexión, de tener algunas alteraciones, podía afectar el desarrollo del musculo así como de la fuerza. De esta manera, tanto el tejido como su función se ven alterados y ello, como bien se sabe, tiene un multi impacto en la salud necesariamente.
También se mencionaba allí que una especial mirada se le da hoy al ácido graso de cadena corta (AGCC) representado por el butirato, debido a que él es responsable de la activación de varias vías reguladoras (entre ellas por ejemplo, la UCP2-AMPK-ACC y PGC1-α), aumentando con ello la producción de ATP y la eficiencia metabólica de las miofibras. Pero además el butirato protege contra el catabolismo de las proteínas estimulando también el anabolismo a nivel muscular
(Walsh M.E., et al. The histone deacetylase inhibitor butyrate improves metabolism and reduces muscle atrophy during aging. Aging Cell. 2015). Este AGCC es formado en nuestro organismo por bacterias intestinales, las que pueden estar deficitarias en las personas por diferentes razones, entre las que se destacan el tipo de alimentación, la edad y el ejercicio. Sobre este último punto trataremos acá muy especialmente.
Para comenzar, debe recordarse que la ingesta de proteínas tiene un efecto anabólico sobre el músculo, lo que no solo protege su deterioro sino también posibilita su crecimiento cuando se acciona en sinergia con el ejercicio físico. Interesantemente, se sabe que este efecto puede estar mediado por la MI
(Ni Lochlainn M., Bowyer R.C.E., Steves C.J. Dietary protein and muscle in aging people: The potential role of gut microbiome. Nutrients. 2018). Al respecto, en un reciente ensayo controlado aleatorio realizado en 38 personas con sobrepeso graso, los cuales recibieron durante 3 semanas un suplemento isocalórico que contenía caseína, proteína de soja o maltodextrina como control, la suplementación con proteínas resultó en un cambio significativo del metabolismo bacteriano hacia la degradación y fermentación de aminoácidos. Desde esta consideración, se concluye que la MI puede contribuir a promover el anabolismo proteico en el huésped como consecuencia de incrementar la biodisponibilidad de aminoácidos, con lo que además estimula la secreción de insulina potenciando así la capacidad de respuesta en el músculo esquelético
(Beaumont M., et al. Quantity and source of dietary protein influence metabolite production by gut microbiota and rectal mucosa gene expression: a randomized, parallel, double-blind trial in overweight humans. Am J Clin Nutr 2017).
No obstante lo anterior, el impacto que tengan las proteínas en la MI puede depender, además del tipo de proteína que se consuma, también de la propia microbiota, la que como ya se expresó, tiene características particilares al huesped
(Liao Y., et al. Prospective views for whey protein and/or resistance training against age-related sarcopenia. Aging Dis. 2019). Acá vale considerar lo sostenido por Blachier y colegas, quienes advierten que las dietas altas en proteínas se asocian generalmente con consecuencias perjudiciales para el ecosistema del microbioma intestinal, posibilitando el crecimiento excesivo de ciertas bacterias (Bacteroidetes) a expensas de otras (Bifidobacterias) que favorecen la salud al ser las generadoras de butirato, de relevante función antiinflamatoria y anabólica proteica
(Blachier F., et al. High-protein diets for weight management: Interactions with the intestinal microbiota and consequences for gut health. A position paper by the my new gut study group. Clin. Nutr. 2019). Bajo estos aspectos conocidas, Ticinesi afirma que debe consumirse una cantidad adecuada de proteínas con alto valor biológico, como la proteína de suero de leche por su conocido efecto sobre el equilibrio anabólico y la inflamación, así como aportar vitamina D y ácidos grasos omega 3
(Ticinesi A., et al. Nutrition and inflammation in older individuals: Focus on vitamin D, n-3 polyunsaturated fatty acids and whey proteins. Nutrients. 2016).